Marie Fredriksson sobre el amor por la vida.
En el libro «Kärleken till livet» la artista Marie Fredriksson explica sobre su magnífica carrera. El suplemento de cultura pública hoy un extracto sobre como empezó todo. En una familia de cartero pobre en que la música ayudó a pasar una gran pena.
Crecí en Östra Ljungby en el noroeste de Skåne. Es un pequeño pueblo situado a lo largo de la autopista entre Åstorp y Örkelljunga, a tres millas de Helsingborg.
¿Qué había allí? Nu mucha cosa. Recuerdo, un fantástico y agradable puesto de salchichas. Nunca tenía dinero pero sin embargo a menudo conseguía una salchicha. Dos tiendas de comestibles, una floristería, un estanco y tres cafeterías. La iglesia. El campo de deportes. A menudo ventoso y frío. El viento soplaba a través de las llanuras.
Así puede resumirse Östra Ljungby.
Cuando hoy veo la casa de ladrillo en la que vivíamos, pienso que se ve pequeña. Pero cuando llegamos allí cuando yo tenía cuatro años, la recuerdo grande y lujosa.
Uno de mis primeros recuerdos en la vida es cuando llegamos allí. Era tan fantástico. Llegar a una casa que era nuestra propia casa. Y tener un baño! La casa en la que vivíamos antes tenía letrina y sólo agua fría. Mi hermana Tina y yo nos pusimos a saltar en la cama de nuestros padres en un sentimiento de total alegría. Pensábamos que era tan nuevo y bonito.
En realidad no era especialmente grande. Mis hermana tres años mayor Tina, mi madre, mi padre y yo compartíamos habitación. Mis hermanas más mayores Anna-Lisa y Ulla-Britt compartían otra habitación y mi hermano mayor Sven-Arne tenía una habitación propia. En total había tres habitaciones.
Por lo tanto éramos familia numerosa. Todos teníamos nombre compuesto. Así era en esos tiempos. A mi me pusieron Gun-Marie y a Tina Inga-Stina. Y luego estaba Sven-Arne, Ulla-Britt y Anna-Lisa. Yo también tenía una amiga que se llamaba Eva-Karin. Tanto Tina como yo nos quitamos nuestro nombre compuesto cuando ya de mayores. Pero de pequeña me llamaban Gun-Marie, incluso en la escuela. O también Gunsan, Majsan o Gun. Fue más tarde que decidí llamarme sólo Marie.
Antes de mudarnos a Östra Ljungby vivíamos en un sitio más pequeño en Össjö. Allí nací yo, el 30 de mayo de 1958. Mi padre Gösta tenía una granja. Él también intentaba llevar la granja de mi abuelo al mismo tiempo. Mi abuelo era viudo y estaba enfermo. Las cosechas fracasaron y hubo inundaciones.
Para hacer frente, Gösta se vio obligado a pedir un crédito al banco. Para conseguir el crédito, dos de sus hermanos debieron presentarse en calidad de acreedores. Con el tiempo se hizo insostenible. Los hermanos fueron obligados a devolver el crédito lo cual creó discordia. La quiebra fue un golpe doloroso para nuestra familia. Sven-Arne recuerda como se llevaron las vacas y Ulla-Britt como sonaba la maza golpeando en la mesa por cada parte de la casa que era vendida.
Yo no recuerdo nada de eso.
Nos vimos obligados a alquilar una casa estrecha llena de corrientes de aire y con sólo agua fría. Allí dediqué yo los primeros años de mi vida. Cuando mi padre vio como intentaba cortar las muñecas de papel sin éxito, ya que mis dedos estaban rígidos por el frío, decidió que debíamos conseguir una nueva casa.
Fue así como fuimos a parar a Östra Ljungby. Sven-Arne y Anna-Lisa ya tenían edad para empezar a trabajar y llevar una ayuda a casa.
Volvió la esperanza sobre el futuro. Mi padre consiguió un trabajo como cartero y a veces yo iba con él a hacer «la ronda». Me encantaba! Cantábamos juntos, y recuerdo que yo siempre estaba de pie dentro del coche. Era curiosa, quería ver todo, el mundo entero. Si no cantaba, hablaba sin parar. Me llamaban la pequeña conversadora. De niña nunca podía estar quieta. Siempre estaba fuera jugando y me volvía marrón como una galleta de jengibre en cuanto empezaba la primavera.
A menudo tenía exceso de energía. «Que hago, que hago?» Daba la lata a mi padre. Él siempre respondía lo mismo: «corre una vuelta alrededor de casa».
«Ya lo he hecho. Que más?» «Da otra vuelta».
Mi padre Gösta era un cantante fantástico. Cantaba como Jussi Björling. La música era su vida. También podía tocar varios instrumentos. Si él hubiese crecido en diferentes circunstancias, probablemente habría sido cantante de ópera. Pero no creo que estuviese en su mundo de fantasía.
Todas las hermanas cantábamos también. Los únicos que no estaban interesados en cantar eran mi madre Inez y mi hermano Sven-Arne. Sven-Arne era muy tímido.
A veces dábamos la lata a mi madre. Pensábamos que era divertido retarla de esa manera.
«Venga, mamá. Canta algo, que podamos escucharlo.» «Tamtitam», decía ella. «Ya está, ya he cantado».
A menudo estábamos cantando en el coro de la iglesia. El director del coro se llamaba Bengt-Göran Göransson y era extremadamente hábil. Nosotras estábamos en su coro infantil. Cuando mi hermana Ulla-Britt se casó en 1970 con su danés Jesper, él estuvo practicando una canción de Beethoven con Tina y conmigo. Dicen que no hubo ningún ojo seco en la iglesia, y uno se puede imaginar que fue así.
Yo era madrugadora y siempre era la primera de la familia en despertarse. Entonces despertaba a mi hermana Tina estando tumbada en la cama cantando en voz alta. Yo decía que cantaba opera. Arias altas. Tina se enfadaba conmigo.
«Cállate, quiero dormir», gritaba ella.
Pero no podía evitarlo. Siempre quería cantar. Sigue siendo así. Micke y los niños ya se han acostumbrado.
Era difícil para mis padres hacer que alcanzara el dinero. A veces comíamos «sopa de leche». Casi no puedo decir la palabra, tengo náuseas sólo de oírlo. No te imaginas lo que lo odiaba. Es pan viejo que se come con leche caliente y se le pone un poco de azúcar y canela. Sólo comíamos fruta en Navidad, no había dinero. Y si alguna vez teníamos plátanos, sólo comíamos medio. Si quedaba una corteza de queso, no se tiraba. Se cogía un rallador y se usaba para un bocadillo de queso.
Que nos mantuviéramos así no sólo era porque íbamos mal de dinero. También eran tiempos en que la gente era más ahorradora. No se derrochaba como hoy en día.
Mis padres cosían ropa para niños en casa para una empresa de confección. Después lo cargábamos en el coche y lo íbamos a entregar en Helsingborg. Recuerdo que mi padre se ponía loco conmigo porque no podía estar quieta, estaba sentada dando patadas al asiento de delante. Mi padre fumaba sin parar dentro del coche y Tina y yo nos mareábamos. Pero también eran viajes emocionantes. A veces íbamos hasta Helsingör para comprar comida más barata. Entonces solíamos conseguir un helado con nata y mermelada que sabía de maravilla.
La ropa para niños no daba suficiente dinero. Así que mi madre empezó a trabajar por turnos en la fábrica de mermelada de Björnekulla. Tina y yo pensábamos que era un poco embarazoso. La mayoría de nuestros amigos tenían a sus madres en casa. Cada dos semanas trabajaba de noche y entonces podía cuidar de nosotras por la mañana. Cada dos semanas debíamos cuidar de nosotras mismas. A veces no había pan, a veces no había dinero.
Yo tenía seis años cuando mi madre empezó a trabajar en la fábrica. Recuerdo como me tumbaba debajo de la mesa en casa y estaba tremendamente asustada. Quería esconderme, ya que creía escuchar ruidos todo el tiempo. Eso me creaba un estrés. Era horrible estar allí tumbada asustada. No podía estar segura, simplemente esperaba a que mi padre llegara a casa después de la ronda. Cuando llegaba a casa, él sólo quería dormir.
Siempre se me ha hecho difícil estar sola, y creo que viene desde mi infancia cuando estaba obligada a arreglármelas sola. Eso deja sus huellas. Hoy en día puedo apreciar estar sola a veces. Sólo que venga alguien por la noche ya está bien. Pero si Micke desapareciese de mi vida lo pasaría muy mal. He crecido en una familia numerosa. Para nosotros era antinatural la soledad. Tener gente alrededor era lo natural.
No pasábamos hambre. Pero heredábamos ropa y soñábamos con tener «ropa nueva». Alguna vez comprábamos a través de la cadena de venta por correo Ellos, era muy emocionante. Mi madre también conseguía conservas de la fábrica de mermelada. Podía había un error en la etiqueta o algo así. Para navidad comprábamos medio cerdo. Así que cada domingo una auténtica cena con un trozo de carne. También podíamos conseguir migas de torta, nata y mermelada. Era maravilloso con una fiesta así.
El 11 de septiembre de 1965, cuando yo tenía 7 años, ocurrió una tragedia que cambió la vida de mi familia para siempre.
En esa época se iba a la escuela los sábados. Yo iba a la escuela en una pequeña bicicleta. Afuera estaba resbaladizo. Caía agua nieve. Pero es lo que había, o ibas en bicicleta o andando y era un camino bastante largo hasta la escuela a la que yo iba. Cuando llego al patio de la escuela, viene hacia mi un niño más mayor.
«Dicen que hermana ha muerto!» Tuve un shock. «No digas eso, no está muerta!» «Si, dicen que si». Vuelvo a casa en bici. Me caigo, me levanto, pedaleo, vuelvo a caer. Estaba tan resbaladizo y yo estaba tan nerviosa y preocupada. Tengo un recuerdo fuerte de caerme todo el tiempo.
Cuando llego a casa veo a mi hermano mayor Sven-Arne. Está totalmente rojo de tanto llorar.
«¿Has oído lo que ha ocurrido?» Pregunta él.
Entro en la cocina. Todos lloran. Ulla-Britt acaba de llegar con el tren. Nos reunimos en la cocina.
«¿Está muerta Anna-Lisa?» Pregunto. «Si», responde mi madre. «Y nunca más va a volver». Anna-Lisa iba de camino a Klippan para comprarse un vestido.
Iba a prometerse con su novio Ingemar en fin de año y quería estar más guapa. La acompañaba su mejor amiga Siw. Anna-Lisa conducía el coche y Siw iba sentada al lado. Con el hielo de la carretera Anna-Lisa chocó con un camión de la leche. Ella murió al instante. Siw sobrevivió pero fue herida de gravedad. El que conducía el camión de la leche conocía a Anna-Lisa y quedó en estado de shock y totalmente destrozado. Fue una tragedia horrible. Östra Ljungby es una comunidad pequeña y todos hablaban del accidente.
El día antes del accidente mi padre había preparado el coche de Anna-Lisa para que ella pudiese conducirlo. Por eso él se sintió culpable del accidente y quedó en estado de shock. Estaba completamente fuera de sí. Imagínate con siete años oír a tu padre gritar y llorar. A veces él gritaba por las noches. Sus gritos te despertaban. Fue un tiempo difícil. Yo era tan pequeña y no entendía todo.
Recuerdo el entierro. Era muy importante la vestimenta. Tina y yo éramos demasiado pequeñas para ir de negro, así que llevábamos una chaqueta azul oscuro. Hay una foto en la que estamos las dos con las chaquetas y con flores en las manos. El día del entierro estuvo nevando sobre la pequeña iglesia de Östra Ljungby. Mi padre llevaba un sombrero alto y las mujeres llevaban un velo de luto delante de la cara. De pequeña pensaba que los velos eran terribles.
«¿Por qué lleváis eso?» Preguntaba yo llorando al mismo tiempo. También recuerdo como mirábamos abajo en el hoyo cuando bajaban el ataúd.
Después de esto todo parecía irreal. Fue un invierno muy frío, recuerdo. Estabas allí fuera en el pueblo con tus amigos y todo era tan extraño y terrible. Silencio, frío y desolado.
Toda la casa cayó cuando murió Anna-Lisa. Mis padres envejecieron diez años de golpe. Casi podías ver como su pelo se volvía gris. Especialmente mi padre, se podría decir que él se rompió.
El dolor de mi padre ocupó todo el espacio. Mi madre se encerró en sí misma. No la vi llorar más después del entierro. Mis hermanas mayores me han explicado que ella machacaba que había gritado a Anna-Lisa la noche antes del accidente. Tina y yo nos habíamos bañado, y Anna-Lisa había estado fastidiando y alborotando con nosotras hasta que logró manchar el baño. Mi madre se había enfadado por ello, y después ella decía una y otra vez: «¿Por qué no las dejé jugar? Esa poca agua, qué importaba?»
Ella también decía cosas como «deja a los niños hacer lo que quieran, no sabes sí mañana podrán hacerlo». Ella también pensaba que no podía dejarse las cosas para mañana. Nunca sabias cuando era demasiado tarde.
Mi padre Gösta tenía problemas con el alcohol ya antes del accidente, pero después de eso empezó a beber aún más. Él no podía ver una sola foto de Anna-Lisa sin romperse. Mi madre sacó todas las fotos de ella para ayudarle. Él no podía tener recuerdos.
Pero los niños quieren hablar! Mi querida hermana mayor murió y no íbamos a hablar más de ella. Totalmente enfermizo. Pudimos hablar abiertamente de la muerte de Anna-Lisa dentro de la familia por primera vez varios años después del accidente.
Hoy en día me encanta mirar fotos de Anna-Lisa. Tuve tiempo de ver muy poco de ella cuando era niña. Recuerdo cuando Ulla-Britt y Anna-Lisa salían a bailar los sábados por la noche. Como se maquillaban y se preparaban. Era genial. Llevaban faldas de tul rectas. Me gustaría tener más recuerdos de los que tengo.
Mi padre lloraba, bebía y fumaba abajo en el sótano. Recuerdo que a veces yo bajaba y le preguntaba: «Papa, ¿qué haces?» Entonces él intentaba secarse las lágrimas. Después nos sentábamos a charlar un rato, él y yo. Sobretodo de música. Él siempre llevaba consigo el violín.
Gösta estaba destrozado y dependía de nosotros tratar de animarlo. Si Tina y yo cantábamos, él era feliz. Era su consuelo.
Lo que nos ayudó a Tina y a mi fue también la música. Tina y yo íbamos a la escuela de domingo donde cantábamos. Fue un consuelo cantar en el coro la Navidad después del accidente, recuerdo. Una liberación poder ir allí.
Tina y yo teníamos nuestros sueños y fantasías. Yo vivía mucho en mis fantasías cuando era pequeña. Estaba en mi mundo de cuento. Donde yo era famosa y Ulla-Britt era reportera con una cuerda de saltar haciendo de micrófono:
«¿Cómo te llamas? «Gun-Marie Fredriksson». «¿Dónde vives?» «En el 57 de Östra Ljungby». Nadie podía superarme con las fantasías. Todo era libre y todo era bueno en ese mundo. Me encantaba. Tina y yo construíamos nuestros propios mundos y jugábamos a todo lo posible. Lo veíamos en tv, en el gran mundo del que no había mucho en Östra Ljungby. El conocimiento de un mundo diferente y más grande nos relajaba.
De pequeña me daba vergüenza cuando mi padre se emborrachaba y se ponía pesado y buscaba bronca. A mi madre también le daba vergüenza. Después ella siempre decía, ya ha pasado, no hablemos más de ello. Ahora vuelve a estar todo bien. Después ella hacía como si nada. Era una pena. En la pequeña comunidad todos sabían todo de todos. Había mucho parloteo. Hablaban mal los unos de los otros todo el tiempo.
A veces una se puede preguntar que ha hecho esto con nosotros, que ahora hacemos como que no pasó, ahora vuelve a estar todo bien. Nos hemos convertido en personas que sienten que depende de nosotros que todos estén bien. Ahora cantamos un jingle, por lo que todo volverá a estar bien. Tina piensa que quizá yo debería haberme enfadado más alguna vez.
Cuando conocí a Micke, él notó que yo explicaba cosas de mi infancia con cierta distancia. Que hablaba, por ejemplo, de la muerte de Anna-Lisa sin una gran presencia emocional. Él me animó a atreverme a acercarme a mi crianza sin mantener una gran distancia emocional. Le estoy muy agradecida por ello. Ha hecho que me sienta más completa como persona. Ya no tan inquieta, como si una preocupación u oscuridad me persiguieran.
Hoy en día se habla de lo que anteriormente intentabas ocultar. Y he aprendido que te sientes más aliviado cuando compartes tus experiencias con otros. Te ves como menos sólo.
Sin embargo no siempre es fácil. Puede tomar la parte contraria. Cuando explicó sobre mi infancia en el libro, lo hago con cierta duda.
No hay la vergüenza que temo cuando explicó sinceramente como fue en mi familia. Me he liberado de ello. Pobreza, alcoholismo, ¿Por qué tienes que pasar vergüenza por haber pasado por eso?
No quiero que suene todo a miseria. Nosotros, los niños, crecimos bien, porque podíamos reír y cantar y jugar y porque nos teníamos los unos a los otros. También tengo el recuerdo de una familia fantástica. Todo nuestro hogar estaba lleno de amor. A menudo venían amigos a nuestra casa, en su mayor parte había un ambiente afectuoso y cálido.
Ya en 1966 mi padre compró una grabadora Tandberg en la que grabábamos música del Tio i Topp y Kvällstoppen. También grabábamos nuestras propias canciones y obras de teatro.
Cuando empecé la escuela primaria, mi padre alquiló un piano. Era un piano pequeño que no tenía todas las octavas. Creo que fue en 1968 que compró un piano de verdad. Era de la marca Schimmel y lo compró a plazos. A mis padres les llevó muchos años pagarlo y sé que muchas veces era difícil para ellos reunir el dinero cada mes.
Poder tener un auténtico piano en casa era fantástico y muy importante para Tina y para mi. Así fue como practicamos nuestro oído. Tanto Tina como yo tocábamos a menudo. Cogíamos canciones de Beatles o algún otro en la radio y las cantábamos, a menudo en un inglés casero. Tina estaba más ligada a las notas, mientras que yo improvisaba y era más libre. Hice mi primera canción ya cuando tenía cinco o seis años. La letra trataba de algo así como que caía un pequeño pájaro gris. Desgraciadamente, después de mi enfermedad, ya no recuerdo. Pero durante mi infancia y mi adolescencia, me sentaba a menudo a elaborar canciones que componía yo misma.
Tina y yo encontramos Radio Luxemburgo en la radio. Era tan grande escuchar la música que ellos ponían allí. Un mundo maravilloso completamente nuevo! Conseguimos nuestro primer single por Ulla-Britt y era de The Monkees. Nos hizo felices. Empezamos a comprar discos y vivíamos para escuchar los singles. Cuando era duro en casa, nos refugiábamos en ellos. Comprábamos singles de Beatles y Rolling Stones. El primer single que compré con mi dinero fue «Valleri» de The Monkees.
Fue liberador entrar en el mundo de la adolescencia, pero también fue un tiempo bastante duro cuando tenía 12, 13 años. Intentaba sacarme la escuela, pero no me iba muy bien. No era pésima del todo, sino que siempre era buena en dibujo, música y gimnasia. Pero en el resto de asignaturas sacaba un dos o un tres. Estaba más afuera haciendo el gamberro y fumando a escondidas.
Sentía una presión en mi que no llevaba bien. Pero al miedo tiempo, realmente, no estaba perdida en cuanto qué dirección quería que tomara mi vida. Supe muy pronto lo que quería hacer. Actriz o cantante. Nada más. Eran los mundos sobre los que yo fantaseaba. Quería llevar tacones altos y peinados bonitos. Hollywood, dios mío! Poder ir allí alguna vez era un pensamiento asombroso!
Katherine Hepburn fue pronto mi modelo a seguir. Siempre me ha gustado su estilo masculino. Al principio con Roxette a menudo llevaba vestido o falda corta en el escenario, pero con el tiempo encontré mi estilo y siempre me he encontrado mejor con traje o pantalón. Rockera, con estilo, un poco masculina.
El hecho de que yo estuviese con Tina hizo que yo hiciera todo muy pronto. También íbamos al Basement Club de Klippan. Entonces yo tenía sólo doce años. Allí escuché James Brown por primera vez, «Sex Machine». Fue una gran experiencia para mi. Morí de lo bueno que pensaba que era. Fue como una brisa del gran mundo.cal mismo tiempo recuerdo como me invitó a bailar un chico que llevaba paja enganchada en los zuecos ya venía directamente del granero.
¿Cuándo empecé a sentir que yo tenía algo especial? Sólo sé que podía cantar alto y fuerte. Que podía asimilar. Tina y yo cantábamos en el coro infantil cada domingo, y entonces sentía realmente como llevaba la voz.
Bastante pronto noté también tocaba a la gente cuando cantaba. Que algo despertaba en ellos.
Mis hermanas creen que Gösta entendía yo iba a ser cantante, aunque nunca quiso favorecerme delante de los demás. Cada vez ocupó más espacio para mi el cantar. Tina me ha explicado que cuando me veía cantar en el coro del instituto, se daba cuenta que yo tenía algo especial. Cantábamos gospel y todos estaban quietos excepto yo que movía todo el cuerpo. Atraía todas las miradas, me ha explicado ella. Tenía algún tipo de carisma que era notable.
A veces me pregunto como hubiese sido mi vida si mi hermana no hubiese tenido el accidente. Como le hubiese ido a mi familia entonces. Puedo pensar en las huellas que han quedado en mi crecimiento.
Mi padre Gösta murió a los 67 años en su tercer infarto. Mi madre Inez murió a los 75. Sus dificultades de vivir con la mala alimentación, el estrés y el dolor tuvo su efecto. Mi padre pensaba que la lechuga era comida para conejos, ponía mantequilla en los panes de canela y siempre ponía mucha sal a la comida.
Tuvieron algunos buenos años como pensionistas. Ni preocupaciones ni estrés. Mi padre bromeaba sobre como se ponía junto a la estufa con el delantal. Mi madre, finalmente, tuvo una vida más tranquila.
Desgraciadamente Gösta no estuvo cuando yo despegué como artista. Pero escuchaste en el escenario durante mi gira sueca, que le dedicaba la canción «Om du såg mig nu»?
Siempre pienso en él cuando la canto.
Tres preguntas a la escritora Helena von Zweigbergk que ha escrito la biografía sobre Marie Fredriksson:
El libro «Kärleken till livet» sale la próxima semana, ¿Qué se siente?
-Me siento muy tranquila y contenta. Le hemos dedicado tanto tiempo a este libro y estoy satisfecha. Una se puede sentir más o menos segura cuando publicas libros, y ahora me siento segura. Porque sé que ha quedado como Marie y yo queríamos. Después quizá no haya quedado como quieren los demás, ya veremos.
Está escrito en primera persona, como si lo explicara la misma Marie. ¿Cómo habéis trabajado?
-Ha sido especial, ya que Marie, a causa de su minusvalía no lee ni escribe. Hemos hablado muchas horas durante dos años. He grabado las conversaciones y he intentado coger lo esencial y lo que hace que su historia tome vida. Después se lo he leído a Marie y ella ha dado sus puntos de vista, ha agregado, ha quitado, ha buscado otras palabras. A veces yo he propuesto algo que a ella le ha gustado o no. Y así hemos llegado a una historia que Marie siente suya. Después hay una parte de reportaje en el libro que es mi propia mirada.
¿Cómo lo has hecho para encontrar su voz?
-Escucho. ¿Qué es lo que hace el lenguaje de otra persona? Puede ser ciertas expresiones. Un ejemplo sencillo es que yo escribía «mamma» y «pappa». A Marie la volvía loca, porque ella dice «mor» y «far». Hemos hablado muchísimo sobre todo, ha sido un trabajo de precisión. El texto es importantísimo para Marie.
http://www.dn.se/kultur-noje/marie-fredriksson-om-karleken-till-livet/